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La palabra recorría palabras y cuando ya aburrida, no encontraba verso alguno, la invitamos al monte, para que ella hablara desde su propio silencio, conto que el mar tenia parte de sus orillas aquí, que los navegantes se visten de huaso, que se desentierran barcos de piedra, que de los boldos se hacen balsas para ir a las ciudades, nos tomamos un vaso de vino y que Rosa en Pelequen hace milagros.
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